Un leñador acostumbrado al arduo trabajo de la tala de arboles, terminó casándose con una mujer que era exactamente su opuesto: delicada, suave, capaz de elaborar lindos bordados con sus dedos gentiles. Orgulloso de su esposa, el se pasaba el día en el bosque, realizando su trabajo para que no faltase nada en la casa.

El marido ya no sabia que hace y una noche se puso a llorar:
-No me dejes-decía sollozando- ¡Te necesito!
El brillo de lo ojos de la mujer pareció retornar:
-¿y solo ahora me lo dices? En el momento que nuestros hijos crecieron y partieron, yo sentí que mi vida había perdido su sentido. ¡Tú siempre fuiste tan independiente!
-Me daba vergüenza recibir tú cariño. Siempre me pareció que no merecía todo lo que hacías por mí.
A partir de ese día, la mujer se fue recuperando, volvió a caminar por el bosque ya realizar sus bordados.
Su vida había vuelto a tener sentido porque alguien la necesitaba. Ella era capaz de recibir lo mejor que alguien le podía dar: su amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario