He conocido a muchas personas que se preocupan por los otros, que son extremadamente generosas a la hora de dar y que encuentran un profundo placer cuando alguien les pide un consejo o apoyo. Por el momento estamos de acuerdo: hacer el bien al prójimo es algo estupendo.
Sin embargo, pocas personas son capaces de aceptar algo, incluso cuando se les da con amor y generosidad. Parece que el acto de recibir les hace sentirse en una posición inferior, como si el hecho de que te den cualquier cosa fuera indigno. Piensan:

¿Por qué actuamos de esa manera? Porque nos cuesta entender que este universo está compuesto por dos corrientes. La primera es la expansión, el rigor, la disciplina, la conquista. La segunda es la concentración, la meditación, la entrega. Basta con consultar nuestro corazón—y no es por casualidad que el corazón ha sido desde siempre el símbolo de la vida-para comprender que son estas dos energías las que lo hacen latir, contraerse y expandirse al mismo ritmo. La innumerables estrellas del cielo están emitiendo luz, pero a la vez están absorbiendo todo lo que las rodea, mediante lo que los físicos denominan ‘ fuerza de gravedad’. Por lo tanto, los actos de dar y recibir, aunque en realidad sean opuestos, forman parte del mismo movimiento constante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario